Desde el verde de sus hojas, hasta el aceite de sus frutos, cada parte de él, cobija un sinfín de cualidades que han sido apreciadas desde el inicio de nuestras sociedades.
El mito de su nacimiento surge en la Antigua Grecia, Poseidón y Atenea se encontraban en una disputa por la protección de la ciudad; Zeus, en su sabiduría, prometió el dominio de esa tierra a quien pudiera dar a la sociedad, el regalo más útil. Fue Atenea quien presentó una rama de Olivo, dando a conocer las maravillas de este árbol, su longevidad, la delicia de los frutos que nacían de sus ramas y, por supuesto, un aceite magnífico con un sabor inigualable, que no sólo era un condimento, si no también una forma de curar heridas y generar luz para alumbrar las noches.
Desde ese instante, el Olivo fue parte de la mitología griega, recorrió sus pasajes hasta llegar a la cotidianidad de los griegos, fue un estandarte de orgullo, adquiriendo forma de corona para honrar a los ganadores de los Juegos Olímpicos, formando parte de lo más alto de la sociedad, hasta el día a día de sus habitantes.
Con el pasar del tiempo, se extendió por las civilizaciones manteniendo su valor sagrado, siendo parte importante de la simbología de diversas culturas. Su aceite era considerado una bendición divina y los antiguos hebreos, ungían a sus reyes con él. En los relatos bíblicos, el Olivo ha sido un símbolo de paz y también de sabiduría. En el Corán, el aceite de oliva es nombrado como “La Luz de Dios”, una guía en este mundo para los musulmanes. Cada vez fue teniendo más usos, más allá de las ceremonias y rituales religiosos. Fue en Roma donde adquirió su auge, era utilizado para hacer jabones, era aprovechado por sus propiedades curativas en medicamentos y fue el primer aceite utilizado para la belleza, en el cuidado de la piel, pero también del cabello y barba. Poco a poco, fue siendo un manjar para las cocinas, era combinado con cereales, quesos, frutas, pescados, legumbres y carnes, dando origen a un modelo de consumo que hasta el día de hoy se encuentra vigente. Su demanda e importancia era tal, que, en un pasaje histórico, Julio César incluyó al aceite de oliva dentro de los granos que se entregaban al ejército para que pudieran alimentarse.
Alrededor de este maravilloso árbol, se generó actividad económica, nuevas ocupaciones, avances tecnológicos y entonces fue cuando su símbolo de abundancia, adquirió mucha más fuerza. Entre sus ramas, se construyó una industria que permanece vigente, que continúa brindando grandes posibilidades a quienes se encuentran en ella.
Se convirtió en un elemento representativo de la dieta mediterránea, un claro referente de cultura que ha sido transmitido durante siglos y se ha convertido en un estilo de vida que consiste en una alimentación que retoma las bases de las cocinas tradicionales de los países cercanos al mar Mediterráneo; las verduras, la fruta, las semillas y especias, son los componentes de éste, el aceite de oliva, un condimento exquisito que aporta sabor y una grasa saludable para pescados, mariscos y carne roja que sólo es usada en pocas ocasiones.
El Olivo nos da un claro vistazo al pasado, pero también se mantiene siempre atemporal, presente a cada instante de nuestra historia, brindándonos su riqueza en todos sentidos, instaurándose en las cocinas internacionales, dando sabor a una gran variedad de platillos tan diferentes entre sí, pero manteniendo su esencia, ese aroma tan particular de sus frutos, el brillo dorado de su aceite. Es un árbol lleno de memorias, en él, existe la magia de leer el paso de la humanidad en nuestra tierra.